viernes, 27 de marzo de 2009

TAREA 8


UN EJEMPLO DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

Tras leer las lecturas y hacer las demás tareas hemos buscado ejemplos de investigación educativa y hemos encontrado algunos muy interesantes en Internet. Hemos elegido este caso porque es justo de una profesora de inglés, como esperamos pronto ser nosotros. Al final de su experiencia hacemos una reflexión propia.


PRACTICANDO LA INVESTIGACIÓN-ACCIÓN

Vera Lucia Moraes Miguel
Núcleo de Asesoría Pedagógica (NAP), UFPR, 1999. Brasil


INTRODUCCIÓN

Soy profesora de inglés en una escuela pública desde 1980. Al planear este trabajo, inicié una serie de reflexiones sobre mis prácticas pedagógicas y llegué a la conclusión que la mayoría de los profesores, entre ellos yo misma, somos eternos investigadores, incluso cuando no estamos conscientes de ese hecho, ya que estamos siempre cuestionando el trabajo, probando nuevas metodologías y materiales, desarrollando nuevas actitudes hacia los alumnos e involucrándose en diversas actividades de desarrollo profesional.


1º paso: Identificación del problema

Al investigar mi práctica pedagógica percibí, inmediatamente, la dificultad que representa el definir un problema para investigarlo. ¿Cómo clasificar, contando solamente con mi experiencia e intuición, la relevancia de cada uno de mis problemas en sala de aula? Con eso siempre en mente, comencé a observar más atentamente a la ambientación de mis clases. Entre las muchas dificultades habituales, un hecho me llamó la atención y, entonces, intenté visualizarlo en términos operacionales: observé que había en mis clases, de modo recurrente, un período de agitación entre una actividad y otra. Los alumnos parecían estar perdidos en el momento entre el término de una actividad y el inicio de otra. Ellos no parecían conscientes de que era hora de pasar para una nueva etapa, así como una persona que termina el plato principal de una comida y, aburrida, considera todo lo que viene después como un mero complemento. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Cómo yo pudiera descubrir por qué mis alumnos no demostraban el mismo nivel de entusiasmo en todas las actividades propuestas?


2º paso: Colecta de datos

Percibí que no estaba preparada para actuar inmediatamente. Mi experiencia y la literatura técnica a la que recurrí me decían que yo debería seleccionar una estrategia adecuada y organizar mis cuestionamientos para, sólo después, encontrar una solución para el problema. Descubrí desde el inicio que eso no era tan sencillo, ya que yo estaba tratando con seres humanos. Decidí entonces, redactar un diario detallado con los acontecimientos de cada clase, Así como hacer un relato de mis sentimientos frente a ellos. Simultáneamente, también decidí grabar en audio-casete algunas de mis clases con la intención de captar mejor mis propias actitudes y respuestas.


3º paso: Formulación de una hipótesis

Finalmente, formulé las siguientes preguntas:

• ¿Comunico las nuevas actividades con claridad a los alumnos?
• ¿Las actividades tienen un inicio y un fin bien definidos?
• ¿Qué puedo hacer para concienciar a los alumnos sobre la importancia de cada actividad?

Entonces elaboré un plan de clase basado en esas preguntas anteriores y en la
hipótesis de que si yo consiguiese “visualizar” mejor los intervalos entre una actividad y otra, podría llegar a una conclusión sobre cómo resolver el problema de la desconcentración existente en mis clases.
El plan de una clase de 50 minutos se dirigía a 37 alumnos de la 8ª serie (14 años de edad). Los objetivos eran practicar “listening” y “reading comprehension”, utilizando una cinta de audio con un texto sobre la vida de los koalas y el mismo texto escrito (proveniente del libro didáctico de los alumnos). Las habilidades practicadas serían “prediction”, “listening comprehension”, “scanning”, “speaking” y “writing”. Los alumnos deberían oír la cinta y, simultáneamente, rellenar los espacios en blanco de una tabla sobre la vida de los koalas. La clase tendría las siguientes etapas:

a) copiar las frases de la pizarra, oír la cinta y rellenar los espacios en blanco;
b) abrir los libros y revisar las respuestas;
c) oír la explicación de la profesora sobre la próxima actividad y dividir el grupo en parejas;
d) completar una tabla;
e) revisar las respuestas con las otras parejas;
f) corregir las respuestas oralmente con todo el grupo.

Inicié un diario escrito y una rutina de auto-observación a través de grabaciones en audio, intentando encontrar respuestas objetivas para las preguntas de arriba. Al oír las cintas, percibí que no estaba haciendo exactamente lo que pensaba que estaba haciendo. Sentí que mis instrucciones no eran claras lo suficiente como para que todos los alumnos las comprendiesen. También percibí que yo misma tenía dificultades en pasar de una actividad para otra con la desenvoltura necesaria. Después de haber terminado una actividad, yo llevaba mucho tiempo para iniciar la próxima. O sea, yo no estaba siguiendo dos preceptos básicos para una buena clase: utilizar eficientemente el tiempo de la clase y dar instrucciones claras.

Reflexioné críticamente
sobre mi comportamiento, sintiendo todo el peso de admitir mis propias fallas, pero lo más importante es que había detectado (o creía haber detectado) el problema, y así, podría tener más control sobre él. Al examinar el material colectado nuevamente, percibí que tenía dificultad en iniciar una nueva actividad porque todavía estaba involucrada en la anterior, y, como no tenía una idea muyo clara sobre qué hacer después, necesitaba parar y pensar sobre el próximo paso.


4º paso: Realización de los cambios

A esa altura ya yo sabía que había dos cosas que debía hacer: utilizar mejor el
tiempo de la clase y dar instrucciones más claras a los alumnos. Planeé, entonces, algunos cambios en mis clases:

a) Comencé a planificar las clases más sistemáticamente, colocando en el papel todos los pasos que debería seguir para no perder minutos preciosos;
b) Pasé a determinar con antecedencia los objetivos y la secuencia de actividades de la clase y a escribirlos sucintamente en la pizarra al inicio de cada clase (Por ejemplo, para la lección aquí descrita, colocaría en la pizarra la siguiente secuencia: 1. copiar, 2. oír, 3. rellenar, 4.completar 5. corregir);
c) Antes de dar cualquier instrucción durante la clase, procuraba asegurarse de
que tenía la atención de todos. Además de eso, pasé a enunciar las instrucciones más cuidadosamente, de modo que todos pudiesen comprenderlas.


5º paso: Evaluación de los efectos de los cambios

Mantuve mi diario y después de algún tiempo comparé los registros iniciales
sobre el comportamiento de los alumnos con los posteriores. Mis clases habían
mejorado mucho, pero sentía que podría mejorarlas todavía más.


6º paso: Compartir las ideas

A través de la reflexión y también de las conversaciones con los colegas, llegué a una nueva e importante modificación:


7º paso: Planificación de nuevas intervenciones

Cuando yo daba instrucciones, especialmente para las actividades en parejas o en grupos, los alumnos inmediatamente salían de sus pupitres para encontrar al colega preferido, o miraban para los lados buscando otros compañeros. Ese tipo de comportamiento impedía que oyesen las instrucciones atentamente, creando confusión y los subsecuentes problemas de interpretación. Por eso, establecí el comando siguiente:

“Pay attention, don’t move till I say the pasword and the pasword is GO!” (“Presten atención. No se muevan hasta que yo dé la orden, y la orden es “¡Ahora!”) Los alumnos pasaron a comprender que necesitaban prestar atención y que no debían iniciar la actividad hasta que todas las instrucciones fuesen dadas y todas las dudas aclaradas. Sólo después es que yo daba el comando “GO”.


CONCLUSIÓN

La realización de la investigación-acción contribuyó para que yo me hiciera más organizada. Para establecer la secuencia de cada clase, pasé a planear con mucho más cuidado mis procedimientos, de acuerdo con el tiempo disponible. Me acostumbré a reflexionar sobre el modo más efectivo de enseñar cada contenido y sobre los resultados que espero de los alumnos, para, sólo después, determinar las actividades para cada etapa de la clase. En resumen, hacer investigación-acción fue muy relevante para mi práctica pedagógica. Al realizar este trabajo, me volví mucho más consciente de mis actitudes profesionales y pasé a trabajar de modo más reflexivo y cuestionador.

Ahora percibo que existen muchos más detalles envolviendo el ambiente de una sala de aula de lo que me parecía anteriormente. Los resultados de mi investigación son bastante sencillos, pero ahora realmente me veo como una investigadora, y creo poder llegar a conclusiones por mi propia cuenta y poder compartirlas con los colegas. Y lo más importante de todo: ¡descubrí que la investigación-acción realmente funciona!



REFLEXIONES DEL GRUPO:

Ciertamente, nos ha parecido muy interesante el caso de la profesora Vera Lucia Moraes Miguel. Ha realizado un trabajo de investigación en el aula, como ella bien dice de investigación-acción. (Para que quedaran más claros los puntos que nos han parecido importantes y sobre todo acordes con las preguntas de la tarea, hemos puesto en negrita nosotros algunas de las frases más relevantes.)

Por medio de la observación esta profesora se dio cuenta de que uno de los problemas que había en sus clases eran los periodos entre una actividad y otra. En esos momentos se producían de modo recurrente periodos de agitación. Los alumnos parecían estar perdidos entre el término de una actividad y el inicio de la siguiente. Pero no conseguía saber muy bien cuales era la causa. Entonces decidió usar el método de la grabación de clases para investigar más a fondo los fenómenos que se estaban produciendo realmente en el aula, y no lo que ella creía que podía estar pasando o no. También inició un diario escrito, que le permitió un seguimiento del proceso investigativo que estaba realizando, lo que le ayudaba a tener por escrito todas sus reflexiones.

Al oír las cintas, percibió que no estaba haciendo exactamente lo que pensaba que estaba haciendo. Se dio cuenta de que sus instrucciones no eran lo suficientemente claras como para que todos los alumnos las comprendiesen. También percibió que tenía dificultades en pasar de una actividad para otra con la desenvoltura necesaria. Después de haber terminado una actividad, le llevaba mucho tiempo para iniciar la próxima. O sea, que reflexionando llegó a la conclusión de que no estaba siguiendo dos preceptos básicos para una buena clase: utilizar eficientemente el tiempo de la clase y dar instrucciones claras. Dice que fue una reflexión crítica, pero que lo más importante es que había encontrado las causas del problema. Y entonces pudo empezar a realizar cambios eficaces. Realizó una serie de cambios en su clase con resultados muy positivos. Comparó con el diario y se dio cuenta de que sus clases habían mejorado mucho. Por último y muy importante, compartió su experiencia con sus colegas que le dieron más ideas para conseguir que la clase fuera como ella creía que debía de ir.

La investigación-acción contribuyó para que esta profesora se hiciera más organizada y más reflexiva, además de ayudarle a resolver sus problemas, en las clases y a tener mayor nivel de trabajo compartido con sus compañeros profesores. Y a aplicar la investigación en sus clases de manera continua para mejorar al máximo sus potencialidades.

Para los alumnos suponemos que sería una gran aportación. Las clases estarían mejor organizadas, sabrían mejor lo que tenían que hacer, porque la profesora se lo aclaraba y organizaba mejor. Posiblemente, la profesora se pondría menos nerviosa y no les tuviera que gritar para que atendieran y entendieran, así que, creo que la relación entre los alumnos y la profesora debió mejorar enormemente, y los alumnos estaban más tranquilos pues sabían que tenían que hacer y cuando. Es razonable pensar que debió repercutir en un mejor aprendizaje del inglés, y en un mayor gusto de los alumno por la asignatura y su aprendizaje.

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